lunes, enero 14, 2008

EL PAN DE CRISTO



EL PAN DE CRISTO

El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor. Al cabo de
meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la
mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente.

Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club
privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo.

Víctor le pidio al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.


- Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio -replicó éste. La mujer,
que oyó la conversación, preguntó:

- ¿Qué quería ese pobre hombre?

- Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre -respondió su marido.

- Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos
y ¡Dejar a un hombre hambriento aquí afuera!

- Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero
para beber.

-¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.

Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron,
avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la
amable voz de la
mujer que le decía:


- Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer, aunque la situación
está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para
usted.. Espero que pronto lo encuentre.

-¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y
me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza.

-Estará usted comiendo El Pan de Cristo! Compártalo -dijo ella con una
cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.


Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo,
encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le
había dado y resolvío guardar lo que le sobraba para otro día, comería el
pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella
descarga eléctrica corría por su interior. ¡El Pan de Cristo!

-¡Un momento! -pensó-. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para
mí mismo.
Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en
la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.

-Quizás ese pobre anciano tenga hambre -pensó-. Tengo que compartir el pan
de Cristo.


Oiga -exclamó Víctor-. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?
El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.

- ¿Habla usted en serio, amigo? El hombre no daba crédito a su buena
fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un hule y le pusieron
delante un plato de guiso caliente.

Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su
servilleta de papel.

- ¿Está guardando un poco para mañana? -le preguntó.

- No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar, la ha
pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé, tenía hambre. Le
voy a llevar el pan.

- El Pan de Cristo!. Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la
extraña sensación de que había un tercer Convidado entado a aquella mesa. A
lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a los dos el viejo
himno que le había sonado antes
en la cabeza.

Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a
engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y
asustado.

- Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad -dijo el niño. El Pan de Cristo
alcanzará también para ti.

El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a
vender el periódico con entusiasmo.

- Hasta luego -dijo Víctor al viejo-. En alguna parte hay un empleo para
usted. Pronto dará con el. No desespere.

- ¿Sabe? -su voz se tornó en un susurró-. Esto que hemos comido es el Pan
de Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para
comprarlo. El futuro nos deparará algo bueno!

Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que
le olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un
collar que llevaba grabado el nombre del dueño. Víctor recorrió el largo
camino hasta
la casa del dueño del perro y llamó a la puerta.
Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo,
de golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a
Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa,
pero no lo hizo, Víctor ostentaba en cierto aire de dignidad que lo detuvo.

En cambio dijo:

- En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!
Víctor miró el billete medio aturdido.

- No puedo aceptarlo -dijo quedamente-. Solo quería hacerle un bien al
perro..

-Téngalo! Para mi lo que usted hizo vale mucho más que eso, le interesará
un empleo?

Venga a mi oficina mañana, me hace mucha falta una persona íntegra como
usted.

Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno
que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma, se titulaba:

'Parte el Pan de Vida'...

'NO OS CANSEIS DE DAR, PERO NO DEIS LAS SOBRAS,DAD HASTA SENTIRLO, HASTA QUE DUELA'.

QUE EL SEÑOR NOS CONCEDA LA GRACIA DE TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLO, AUNQUE
DUELA.

AHORA, SI LO DESEAS, COMPARTE ESTO CON LOS DEMAS,
'EL PAN DE CRISTO'.....

ESPERO QUE SIRVA DE ALGO EN TU VIDA...