
EL TIEMPO QUE LE QUEDA
Había una multitud en la sala de espera del médico. Un caballero ya anciano tocó y se enfrentó a la recepcionista.
Señorita-dijo amablemente, mi cita era para las diez de la mañana y ya casi son las once. No puedo esperar más. Podría, por favor, darme una cita para otro día ?
Una mujer de la multitud se reclinó hacia otra y le dijo:
Ha de tener por lo menos 85 años. ¿ Que clase de negocios urgentes puede tener que no puede esperar ?
El anciano alcanzó a escuchar la murmuración hecha. Miró a la mujer se inclinó y dijo:
Tengo ochenta y siete años y esa es la razón por la que no puedo desperdiciar un solo minuto del valioso tiempo que me queda.
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